Raúl Enrique Bibiano En primera persona
Era una noche fresca de
otoño, allá por el año 1997, en mi reloj faltaban 20 minutos para
la hora 22:00 cuando estacioné el automóvil en la puerta de casa y como de costumbre, aun no había finalizado mi jornada.
Eran aproximadamente
las 21:45, de la noche del día 2 de abril de 1997, cuando me encontraba atravesando la intersección de la
calle San Luis con la calle Jean Jaures, en el popular barrio de balvanera. De pronto escuché unas detonaciones, que en principio,
mal imaginé que podrían provenir de algunas pirotecnias, por la
fecha ( 2 de Abril ) en que se conmemora el aniversario del
desembarco en las islas Malvinas.
Pero de repente,
escuche que alguien exclamaba auxilio a viva voz, pidiendo la
detención de un sujeto que a la carrera, avanzaba por la calle Jean
Jaures, huyendo del lugar del robo (autoservicio denominado
“ARGENCHINA”), situado en la calle Viamonte, casi esquina con la
calle Ecuador.
La calle estaba mal
iluminada, y dificultaba a simple vista distinguir lo que sucedía
pero, mi sorpresa fue cuando observé en la penumbra, que un sujeto
que venia a la carrera por la calle Jean Jaurés, disparaba su arma
contra mí persona a quemarropa y a escasa distancia; calculo que a
unos 10 metros aproximadamente.
Todo ocurrió
imprevistamente, la munición había rozado el lóbulo de mi oreja
derecha, lo que produjo una reacción inmediata, (de llevar mi mano
hacia ella) dado el intenso ardor producido por el roce milimétrico,
de un tiro que afortunadamente no se incrustara en mi rostro.
Acto seguido, no
saliendo todavía del asombroso suceso, el intrépido sujeto ya
frente a mi, a solo un cuerpo de distancia y con su brazo elevado,
encañonó su arma sin titubeos en mi rostro, empujando el cañón de
su revolver calibre 22 largo sobre mi frente, disparándola sin
mediar palabra alguna...
De inmediato,
escuché el clic del martillo golpeando contra el detonador del
casquillo, seguido de la detonación de la munición.
En el instante entre el clic y la detonación, se produce un shock
emocional tan agudo en mi persona, que jamás he logrado olvidar, por
un recuerdo en particular;
((“Una
película a incalculable velocidad, reprodujo
en mi mente todas las imágenes de mi vida,
desde la infancia, hasta ese preciso instante”)).
De inmediato vi la
muerte frente a mis ojos...
Aturdido por toda
esta seguidilla de episodios, como perdido en tiempo y espacio en
medio del confuso suceso, recuerdo al delincuente proseguir su
carrera "arma en mano" y solo atiné a revisar mi frente,
buscando sangre o una herida. “Nuevamente la justicia de ese ser
supremo, al que comúnmente llamamos DIOS” milagrosamente me evitó
una muerte segura, siniestra y desgarradora.
Mi rostro ardía
como llama, y a esa altura
de los hechos, solo podía pensar que mi vida había
expirado pero, viéndome en pié y sin perder estabilidad física, me
puse en carrera detrás del criminal.
Se trataba de un
joven de unos 25 años aproximadamente, al que alcancé con una
velocidad inusitada a 90 metros de distancia en algunos segundos,
tirándome sobre él caco, reduciéndolo
de inmediato y desarmándolo a mano limpia,
al momento que varias patrullas de las Comisarias 7ª y 9ª de la
Policía Federal Argentina, llegaban al lugar advertidos por personal
de Prefectura Naval, que custodiaba
objetivos Israelíes en las inmediaciones, cuya única participación, fue alertar al Comando Radioeléctrico de lo que estaba sucediendo.
La detención se produjo en la
calle San Luis casi esquina Ecuador y justamente llegaba al lugar el
entonces Comisario René Jesús Derecho, por aquel entonces, Jefe de
Estudios de Antecedentes Personales dependiente de la
Superintendencia de Investigaciones de la P.F.A. quien de inmediato
se hiciera cargo del procedimiento.
Narrados los
hechos al Comisario Derecho, quien ya se abocara a labrar las
primeras actuaciones en el lugar, Derecho me hace saber examinando el
arma que habían sido disparados cuatro tiros efectivamente y que la
munición del último disparo misteriosamente había
quedado alojado a
medio centímetro de la boca de la salida del cañón del revolver,
salvando mi vida.
El arma era un revolver calibre 22,
tenia 8 alvéolos, 4 vainas estaban servidas y quedaban aun 4
municiones que estaban intactas. Ese hecho, fue caratulado como
“ROBO, ASALTO A MANO ARMADA, ABUSO DE ARMAS Y TENTATIVA DE
HOMICIDIO”...
El delincuente quien
diera varios nombres y apellidos distintos, resultó ser identificado
y sobre su persona existían innumerable cantidad de antecedentes
penales e inclusive, varios pedidos de captura en su frondoso
prontuario.
Como corolario de
este hecho, más allá de haber sido víctima del salvaje accionar de
una violencia desmedida, tuve al momento de detener a este criminal,
que protegerlo debajo de mi cuerpo, de las víctimas de origen chino,
quienes armados con cajones y palos, intentaban lincharlo por el robo
a su establecimiento comercial; evitando de esa manera, que se haga
justicia por mano propia y primando ante todo, un razonamiento
inviolable. El derecho de todo delincuente salvo caso de fuerza
mayor, a ser debatido por la justicia.
“Pude perder la
vida aquel fatídico día, inolvidable para mí, aunque seguramente
el delincuente como muchos otros días de su vida, ese día lo habrá
olvidado, porque considero que un delincuente no tiene conciencia ni
interés por la vida de nadie”.
Mismo así, cada día
2 de Abril, lo festejo como un aniversario por
estar vivo. Aun cuando sigo despertando muchas noches, intentando
escapar de aquella torturada sensación de estar siendo fusilado por
la mano de un criminal.
Y aun cuando DIOS,
haya puesto su dedo para evitar milagrosamente, la salida de la
munición de ese revólver en manos de un criminal, ello
significa para mí un antes y un después, no solo por el beneplácito
de haber sobrevivido, más también, recordando que salvé a un
criminal de ser víctima de un linchamiento.
La causa en cuestión,
radicó en la Fiscalía de Instrucción N°4 del fuero de la Capital
Federal, que se encontraba a cargo del entonces Fiscal Pablo Lanuse,
quien jamás me citó a declarar ni en calidad de víctima por el
homicidio en grado de tentativa, ni como testigo.
Con certeza, el haber expuesto mi vida para lograr la detención de un peligroso delincuente, sobre el que pesaba un frondoso prontuario criminal y un sin fin de pedidos de capturas, debía haber ocupado muchas primeras planas pero esos verdaderos "actos heroicos" no son motivo de prensa para los diarios amarillistas de argentina.
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