La grave situación de inseguridad y sobre todo de violencia,
no deja dudas del desamparo jurídico que reina en todo el país desde hace décadas. Lo peor es que el asesino ahora es invisible.
Por Raúl Enrique Bibiano
No
es casualidad que en Argentina suceda cada acontecimiento de los
tantos que ocurren. Yo mismo he sido víctima de fusilamiento al
detenerme en una esquina, mientras que un puñado de víctimas de un
asalto a mano armada, a viva voz al verme atravesando la encrucijada
de Jean Jaurés y San Luis, en pleno barrio porteño de Balvanera, me
pedía detener al ladrón.
En
aquel momento me quedé paralizado al sentir el ardor producido por
el roce del primer disparo a quema ropas, que afortunadamente, solo
rozó el lóbulo de mi oreja derecha. Pero segundos después, tenía
el cañón del arma del asaltante empujando contra mi frente y
disparó sin mediar ni una sola palabra.
"La
historia de este brutal intento de homicidio, es algo que vive
presente como una tortura en mi y que no se ha borrado jamás".
Aquella
fatídica noche del 2 de abril de 1997, fue sin duda alguna, lo que
ha marcado un antes y un después en mi vida:
Eran
aproximadamente las 21:45, cuando me encontraba atravesando la
intersección de la calle San Luis con la calle Jean Jaures, había
oído unas detonaciones, y de repente, escuche que alguien pedía
auxilio a viva voz, pidiendo la detención de un sujeto que a la
carrera avanzaba por la calle Jean Jaures, lo hacía huyendo del
lugar del robo (autoservicio denominado “ARGENCHINA”), situado en
la calle Viamonte casi esquina con la calle Ecuador, del barrio del
Abasto).
La
calle estaba mal iluminada, y dificultaba a simple vista distinguir
lo que sucedía pero, mi sorpresa fue cuando observé en la penumbra,
que un sujeto que venía a la carrera por la calle Jean
Jaurés, disparaba su arma contra mí persona a quemarropa y a escasa
distancia; calculo que a unos 10 metros más o menos, mismo aun
cuando ni siquiera le hiciera gestos por coartar su escapatoria.
Todo
ocurrió imprevistamente, la munición había rozado el lóbulo de mi
oreja derecha, lo que produjo una reacción inmediata, (de llevar mi
mano hacia ella) dado el intenso ardor producido por el roce
milimétrico, de un tiro que afortunadamente no se incrustara en mi
rostro.
Acto
seguido, no saliendo todavía del asombroso suceso, el intrépido
sujeto ya frente a mi, a solo un cuerpo de distancia y con su brazo
elevado, encañonó su arma sin titubeos en mi rostro, empujando el
cañón de su revolver calibre 22 largo sobre mi frente, disparándola
sin mediar palabra alguna…
De
inmediato, escuché el clic del martillo golpeando contra el
detonador del casquillo, seguido de la detonación de la munición.
En el instante entre el clic y la detonación, se produce un shock
emocional tan agudo en mi persona, que jamás he logrado olvidar, por
un recuerdo en particular: <<“como una película
cinematográfica a incalculable velocidad, pasaron por mi mente todas
las imágenes de mi vida, desde la infancia, hasta ese preciso
instante”>>. De inmediato ví la muerte frente a mis ojos.
Aturdido
por toda esta seguidilla de episodios, como perdido en tiempo y
espacio en medio del confuso suceso, recuerdo al delincuente
proseguir su carrera "arma en mano" y solo atiné a revisar
mi frente, buscando sangre o una herida. “Nuevamente la justicia de
ese ser supremo, al que comúnmente llamamos DIOS” milagrosamente
me evitó una muerte segura, siniestra y desgarradora.
Mi
rostro ardía como llama, a esas alturas, solo podía pensar que mi
vida había expirado pero, viéndome en pié y sin perder estabilidad
física, me puse en carrera detrás del malhechor: un joven de unos
25 años aproximadamente, al que alcancé con una velocidad inusitada
a 90 metros de distancia en algunos segundos, tirándome sobre él
caco, reduciéndolo de inmediato y desarmándolo al momento que
varias patrullas de las Comisarías 7ª y 9ª de la Policía Federal
Argentina llegaban al lugar advertidos por personal de Prefectura que
custodiaba objetivos Israelíes en las cercanías.
Ningún
hombre tiene la potestad de tomar la vida del otro
La
detención se produjo en la calle San Luis casi esquina Ecuador y
justamente llegaba al lugar el entonces Comisario René Jesús
Derecho, por aquel entonces, Jefe de Estudios de Antecedentes
Personales dependiente de la Superintendencia de Investigaciones de
la P.F.A. quien de inmediato se hiciera cargo del procedimiento.
El
entonces fiscal Pablo Lanuse, jamás me cito como víctima ni como
testigo del hecho... ¡Vaya Justicia! Que ni siquiera me asistió ni
me ofreció su apoyo psicológico por el suceso padecido.
Narrados
los hechos al Comisario Derecho, quien ya se abocara a labrar las
primeras actuaciones en el lugar, me hizo saber examinando el arma,
que habían sido disparados cuatro tiros efectivamente y que la
munición del último disparo, con el cañón del arma en mi frente,
misteriosamente había quedado frenado justo debajo del alza, a medio
centímetro de la boca del cañón.
El
arma tenía 8 alvéolos, 4 vainas estaban servidas y quedaban aun 4
municiones que estaban intactas…
El
hecho fue caratulado como “ROBO,
ASALTO A MANO ARMADA, ABUSO DE ARMAS Y TENTATIVA DE HOMICIDIO”.
El
delincuente quien diera varios nombres y apellidos distintos, resultó
ser identificado y sobre su persona existían innumerable cantidad de
antecedentes penales e inclusive, varios pedidos de captura en su
frondoso prontuario…
Como
corolario de este hecho, más allá de haber sido víctima del
salvaje accionar de una violencia desmedida, tuve al momento de
detener a este criminal, que protegerlo de las víctimas de origen
chino, quienes armados con cajones y palos querían azotarlo por el
robo a su establecimiento comercial; evitando de esa manera que se
haga justicia por mano propia y primando ante todo un razonamiento
inviolable. El derecho de todo delincuente salvo caso de fuerza
mayor, debe ser debatido por la justicia.
Este
hecho singular, me ha enseñado algunas cosas:
La
primera, que no importa el grado de agresividad del delincuente para
con uno, o para con los demás. No debemos ni podemos ponernos a su
altura jamás! Debemos buscar que pague donde debe hacerlo: “en el
ámbito de la justicia” por más injusta que sea muchas veces.
La
segunda enseñanza: No es por casualidad que el primer disparo a
corta distancia solamente haya rozado el lóbulo de mi oreja y que el
segundo aun más certero que el anterior, quedara trabado en el cañón
del arma homicida. Eso ha dejado un mensaje claro y preciso en mi
vida: La existencia Divina y un deber de asistir con mi labor a
quienes necesitan una mano solidaria.
Pude
perder la vida aquel fatídico día, inolvidable para mí,
seguramente el delincuente como muchos otros días de su vida, ese
día lo habrá olvidado, porque considero que un delincuente no tiene
conciencia ni interés por la vida de nadie. También hubiera podido
matarlo luego de tomar su arma a mano limpia pero no se hace justicia
matando por mano propia y aunque muchas veces la justicia no
funciona, debemos como personas racionales, medir cada uno de
nuestros actos para no transformarnos en criminales.
Una
cosa es hacer justicia de forma coherente y otra cosa es tomar la ley
en las manos, determinando quien es el más fuerte.
Pero en la actualidad, la lucha es otra, el miedo es diferente porque el asesino ya no viene corriendo hacia mí empuñando una arma... El asesino ahora es invisible y en la soledad de mi cuarentena, no hago más que recordar lo dramático de estar cara a cara con la muerte.
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