Por Raúl E. Bibiano
Hay una serie de avistamientos e incidentes en el planeta que aún no han sido explicados por la ciencia. Uno de esos incidentes fue descubierto por accidente por la familia Betz en su propiedad de Fort George Island, Florida, luego de ser sofocado un incendio en sus hectáreas de vegetación situadas en el marco de su entonces propiedad en Fort George Island, en Jacksonville, Fl. Una esfera de metal que al principio se pensó que era una bala de cañón sobrante de alguna centenaria batalla, pero que más tarde resultó ser algo proveniente del espacio exterior y de fabricación no humana.
El incidente ocurrió el 27 de marzo de 1974. Un incendio destruyó la propiedad forestal de Antoine y Jerri Betz en Fort George Island y, entre las ruinas, encontraron una esfera que nunca antes habían visto, la cual, a pesar de haber estado expuesta a las llamas, no presentaba daño alguno provocado por el fuego.
Tomaron la esfera y la llevaron a la casa en donde vivían como si fuera un ornamento, sin imaginar lo que luego ocurriría. Como dato curioso, la esfera tenía grabado un pequeño triángulo que intrigó a la familia Betz. Era del tamaño de una bola de boliche y pesaba unos 10 kilos.
Durante una mañana, Terry, el hijo de Antoine y Jerri Betz, estaba tocando la guitarra y descubrió que la esfera reaccionaba al sonido de la guitarra y emitía un sonido punzante que asustó al perro de la familia. Las cosas tomaron un giro aún más extraño cuando estaban sentados en el suelo y de pronto, la esfera comenzó a rodar de un lado hacia el otro. Cuando se enviaba en una dirección, cambiaba de dirección a mitad de camino y regresaba a la persona que la hiciera rodar.
La familia asumió que la esfera se veía afectada por las radiaciones solares, dado que se movía más enérgicamente cuando el sol brillaba con mayor intensidad sobre ella. Terry comenzó sus propios experimentos. La golpearon con un martillo y rodó por su habitación cuando la tomaron en sus manos y la sacudieron.
Una noche, mientras que la familia descansaba tranquilamente, comenzaron a escuchar sonidos como música de un órgano y las puertas se abrían y se cerraban como si tuvieran vida propia. Fue entonces que, asustados por el comportamiento extraño de la esfera, y para evitar que rodara por la casa, la familia la colocó en una caja y la sacó en diferentes ocasiones con posterioridad, solo para mostrársela a familiares y amigos que estaban fascinados con el extraño artefacto.
La esfera fue llevada a la Estación Aérea Naval de Jacksonville y los científicos pudieron determinar el tamaño exacto de la esfera: 20 cm de diámetro y un peso de 9,68 kg.
También concluyeron mediante ecografías que la superficie metálica exterior de la esfera tenía un grosor de aproximadamente 1,3 cm, lo que según el informe, significaba que podía soportar una presión de 120.000 libras por pulgada cuadrada.
De los escaneos quedó claro que la esfera estaba hecha de acero inoxidable, una aleación especialmente magnética llamada aleación No. 431.
Se utilizó un potente aparato de rayos X de la Marina y finalmente se penetró en el interior de esa esfera, mostrando que en su interior poseía dos objetos redondos, rodeados por un halo, hechos de un material con una densidad inusual.
Los científicos también se sorprendieron al descubrir que esa esfera tenía cuatro polos magnéticos diferentes, dos positivos y dos negativos, que no eran concéntricos. La Marina también concluyó que, aunque la bola era intensamente magnética, no mostraba signos de radiactividad y no había nada que indicara peligro de explosión. No había detonadores, soldaduras ni marcas visibles. Lo que llevó a otro misterio aún más insondable: ¿Cómo se construyó?
Para tratar de resolver esto, los científicos de la Marina planearon cortar el objeto para verlo mejor. Pero Gerri Betz no autorizó el procedimiento, temiendo que la esfera fuera destruida. Como el orbe era propiedad privada, Gerri exigió que se lo devolvieran, y así fue. La Marina de los EE. UU. devolvió el misterioso objeto y muchas preguntas quedaron sin respuesta.
Un investigador, el Dr. Carl Wilson, descubrió que la esfera contenía elementos radiactivos y creía que desafiaba las leyes de la física. El Dr. J.A. Harder, quien también realizó investigaciones, dijo que los elementos dentro de la esfera eran más pesados que cualquier cosa conocida en la comunidad científica.
En 1974, la familia Betz decidió enviar la misteriosa esfera a un gran evento de investigación de ovnis, al que asistirían científicos de renombre. Terry fue asignado como mensajero personal del objeto y fue a Nueva Orleans con la esfera en su maleta.
Evidentemente, la esfera se convirtió en el centro de atención y entre el 20 y el 21 de abril de 1974, el objeto fue sometido a otra batería de pruebas. Todas las pruebas confirmaron lo que ya se había revelado, incluido el hecho de que el objeto parecía actuar como un transpondedor de audio. Pero aunque no fue posible descubrir el origen de ese objeto o para qué debería ser utilizado, o quién lo hizo o cómo, no fue posible afirmar empíricamente que era de origen extraterrestre.
El doctor James Albert Harder, profesor emérito de ingeniería civil e hidráulica en la Universidad de California en Berkeley, intrigado por los informes de la esfera de Betz, solicitó la oportunidad de examinar el objeto de primera mano. La familia Betz le permitió analizar el artefacto y los resultados fueron desconcertantes.
Así, el 24 de junio de 1974, durante el Congreso Internacional de Ufología en Chicago, el Dr. James Albert Harder presentó sus resultados verdaderamente sorprendentes con respecto a la Esfera Betz.
Informó que, según sus estudios de rayos X, las dos esferas internas estarían hechas de un elemento mucho más pesado que cualquier cosa conocida por la ciencia humana en ese momento. Y eso incluía el elemento más pesado producido en cualquier reactor atómico aquí en la Tierra, que era el uranio 238. Y luego, después de informar a una audiencia asombrada de esto, dijo:
"Si alguien intenta perforar la esfera, podría explotar como una bomba atómica".
Desde el descubrimiento de la esfera de Betz, la gente ha ideado una serie de teorías propias, pero los científicos se veían desconcertados y no tenían idea de dónde llegó y qué hacía en el campo propiedad de los Betz. Pero no demoraron en aparecer misteriosos “supuestos propietarios reclamando de forma imposible y no veraz el mentado artefacto, y las conspiraciones de todo tipo comenzaban a intentar destrozar la singular esfera que pronto desapareció de los medios, al igual que la familia Betz.
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